viernes, 14 de febrero de 2014

Los castrati: una voz especial



Seguro que en más de una ocasión os habéis sorprendido al escuchar lo que parecía una voz de mujer y resultó ser un hombre, concretamente un contratenor.
¿Pero que es un contratenor? El término se aplica a cualquier voz masculina por encima de la de tenor, pudiendo alcanzar la tesitura de una soprano, mezzosoprano o contralto.
El contratenor trabaja fundamentalmente la resonancia de cabeza. Es, en realidad, una voz de falsete por lo que se les puede llamar falsetistas.
Mucha gente puede pensar que tiene características físicas diferentes, pero sus cuerdas vocales son de la misma longitud que las masculinas, aunque vibran el doble de rápido que la de un tenor.
El síndrome de Kallman también puede producir una voz mucho más aguda en los hombres, aunque hay muy pocos casos en la actualidad.


El origen del contratenor: Los castrati

El contratenor actual viene del antiguo castrati: una voz femenina con un cuerpo de hombre. ¿Pero de dónde vienen los castrati? La idea de crear castratis había surgido en Roma, donde el Papa había prohibido que las mujeres cantaran en iglesias y en escenarios. Los castrati eran los encargados de suplir las voces más agudas. 
La gran popularidad que alcanzó la ópera barroca italiana en toda Europa en el Siglo XVII generó el aumento de los castrasti. Su voz se hizo imprescindible, existiendo numerosas composiciones para repertorio solista.
Con la llegada del clasicismo y la incorporación de la mujer a la escena, el contratenor será desplazado a un segundo plano hasta prácticamente desaparecer. El primer compositor que tuvo la valentía de contar con una mujer en el escenario fue Mozart.
El resurgir del contratenor fue en los años 40 del siglo XX gracias a Alfred Deller. Aquí le tenéis junto a su hijo Mark interpretando "Sound the trumpet" de Henri Purcell.




Los Castrati
Era el término que se usaba en el barroco para denominar al cantante masculino con voz de mujer. A diferencia del contratenor actual, eran sometidos a una operación entre los 8 y 12 años que consistía en la amputación de los testículos, evitando la producción de hormonas masculinas. Como resultado de la intervención conseguían una voz espectacular, mezcla de la potencia masculina y la ligereza, dulzura y portentosos agudos de la mujer.
El niño que nacía con una voz prometedora era llevado a un local de un barbero-cirujano, normalmente situado en los barrios bajos, para que le operara. Lo drogaban con opio y lo metían en un baño con agua caliente. El barbero-cirujano cortaba los conductos que desembocaban en los testículos, que terminaban por atrofiarse.

Lánima de L'Arcenal de Chirurgie de Johannes Scultetus

Se calcula que a principios del siglo XVIII se sometían a la operación unos cuatro mil niños al año. En el hospital de Santa María de Nuova en Florencia había una cadena de producción al mando de un tal Antonio Santarelli, que castraba a ocho niños  a la vez.

Antiguo Hospital de Santa María de Nuova

A pesar de la operación, no todos los castrati alcanzaban el estrellato. Los más afortunados recorrían los teatros de ópera europeos y sus cachés alcanzaban cifras fabulosas. Había auténticas divas, famosas por su pataletas, su insufrible vanidad, sus extravagancias y obsesiones. Tenían legiones de admiradoras que les escribían cartas de amor y se desmayaban entre el público aferradas a estatuillas de cera de sus intérpretes favoritos.
El desarrollo físico de los castrati dependía, en buena medida, del momento en que se realizará la operación. En muchos casos, los niños operados antes de cumplir los diez años crecían con rasgos femeninos: cuerpo sin vello, pechos incipientes y ausencia total de apetito sexual. Para aquellos a quienes se les castraba después de los diez años de edad, cuando la pubertad estaba iniciada, podían seguir desarrollándose físicamente. La mayoría de los niños eran sometidos a la castración a los ocho años, pero se podía practicar hasta los 12 años como máximo.

Grandes amantes
"Viva el cuchillo, el bendito cuchillo", gritaban las entusiasmadas admiradoras en los teatros de ópera cuando la moda de los castratis italianos alcanzó su apogeo en el siglo XVIII.
Para las mujeres de la alta sociedad europea, el beneficio de la contracepción incorporada, convertía a los castrati en blancos ideales para aventuras discretas. Canciones populares y panfletos no tardaron en insinuar que en realidad la castración aumenta el rendimiento sexual del hombre, ya que la falta de sensación garantizaba una resistencia adicional. Se divulgaron anécdotas que hablaban de los castrati como amantes solícitos, cuya atención se centraba por entero en la mujer. Como señaló con entusiasmo una seguidora incondicional, los mejores cantantes disfrutaban de un "espíritu en modo alguno embotado y de un bulto que no es diferente del de otros hombres". Cuando el más apuesto de los castrati, Farinelli, visitó Londres en 1734, un poema escrito por una admiradora anónima se burlaba de los calaveras ingleses diciendo que eran "fanfarrones presumidos" cuyo entusiasmo "expira demasiado rápido, mientras que Farinelli lo mantiene hasta el final".
El castrati Consolino sacó buen provecho de sus delicados rasgos femenimos en Londres. Acudía a las citas disfrazado con vestido, y después mantenía una apasionada aventura ante las propias narices del marido. En 1766, la bella heredera irlandesa Dorothy Maunsell se fugó a los quince años con el castrati Giusto Tenducci, aunque el encolerizado padre dio con él y lo metió en la cárcel. El matrimonio con un castrati estaba oficialmente prohibido por la Iglesia, pero en Alemania dos cantantes lograron una dispensa legal especial la para seguir casados. Los varones aficionados a la ópera, mientras tanto, buscaban a los castrati por sus cualidades andróginas. Relatos de viajeros cuentan que coquetos y jóvenes castrati de Roma ataban sus pechos dentro de seductores corpiños y se ofrecían para "servir por igual como mujer o como hombre".

Teresa Lanti
Cuando el castrati Bellino murió, su amigo y protector Giacomo Casanova, aprovechó la ocasión para que su amante, Teresa Lanti, se hiciera pasar por él y así poder vivir juntos sin necesidad de casarse. Para ello, envió a la joven a casa de la madre de Bellino y le pagó una jugosa suma de dinero para que siguiera la farsa. Finalmente, Teresa Lanti se presentó en sociedad como mujer y llegó a ser cantante de éxito en los teatros de ópera más progresistas de Europa, donde se permitía la presencia de mujeres en escena.
  
Alessandro Moreschi, el último castrati
Nació en Roma en 1858 y murió en 1922. Se le conoció como "l'angelo di Roma" (El ángel de Roma).
En 1865 fue sometido a una operación para curarle una hernia inguinal. Al parecer, era común realizar la castración cuando se operaba una hernia. Puesto que la castración infantil con fines artísticos había sido prohibida desde 1870 , Moreschi argumentó que la suya había tenido lugar antes de la promulgación de la prohibición.
Comenzó a estudiar canto  en la Escuela de Salvatore di San Lauro bajo la dirección de Gaetano Capocci, un organista y compositor de música sacra.  
Fue solista del Coro Sixtino hasta 1898 que asumió la dirección del coro hasta 1913.
Los últimos años de su vida transcurrieron en la más absoluta soledad. Murió sólo, sin la compañía de su hijo adoptivo, quién se convirtió en actor.
Existen varias grabaciones sonoras de Moreschi realizadas entre 1902 y 1904. Son un testimonio único de una voz de castrati auténtica. 


El contratenor en la actualidad
Hoy en día podemos encontrar multitud de contratenores, tanto en la música clásica como en la música moderna. Un ejemplo en la música de los 80 lo tendríamos en Jimmy Somerville, solista del grupo "The communards". 
En música clásica, tenemos a Andreas Scholl, el español Carlos Mena o Phillip Jarousky, por citar algunos ejemplos. 
El grupo L'Arpeggiata, en su último disco "Music for a while", fusiona la música de Purcell con el jazz. Aquí podeís ver un video del original de Purcell "Music for a while" con Phillip Jarousky.









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