martes, 22 de octubre de 2013

John Taylor, el matasanos


John Taylor (1703-1772) no era músico. Era el oftalmólogo británico más famoso de la época. Y no precisamente por si talento para operar, sino por su auto-propaganda.
Llegó a convertirse en el cirujano del Rey George II, del Papa y un sinfín de familias reales europeas. Las grandes personalidades querían ser operadas por el Doctor Taylor. Se dice que antes de iniciar una cirugía, daba un largo discurso de autopromoción con una oratoria inusual. Incluso llevaba un bolso con la siguiente inscripción:
“ Qui dat videre dat vivere”
Quién da la vista, da la vida

Por todo ello, cuando Johann Sebastián Bach comenzó a tener problemas con la vista, sus amigos le aconsejaron que le operase John Taylor. Poco se sabe de la vida de Bach. Sólo existen dos biografías fiables, una de ellas escritas por su propio hijo Carl Phillip Emanuel (el padre de la Sonata). Según la descripción, Bach era un hombre tranquilo, sin ninguna enfermedad conocida con excepción de una posible miopía. En las imágenes del compositor siempre lo muestran con el ceño fruncido y partituras con notas grandes. Podría ser que, debido a su obesidad, padeciera una Diabetes Mellitus y, como consecuencia de ella, le hubiera debilitado la visión.
Cuando John Taylor examinó a Bach, le diagnosticó una catarata en el ojo derecho. Le recomendó extraer el cristalino para devolverle la visión. Recordemos que en el Siglo XVIII los únicos anestésicos que se usaban eran una buena copa de vino y opiáceos. La operación consistía en romper el cristalino en pedazos. Pues bien, Bach aceptó operarse con la esperanza de recuperar la vista. Taylor era diestro y decidió a su libre albedrío operar el ojo izquierdo que no tenía ninguna alteración.  Su truco era hacer una pequeña incisión en la conjuntiva del ojo enfermo y cubrir  con una venda el ojo sano. Le daba instrucciones al paciente para que tuviera el ojo cubierto siete días, durante los cuales Taylor se las ingeniaba para salir de la ciudad y marcharse lo más lejos posible para cuando el enfermo se quitara la venda.


Johann Sebastian Bach
Como era de esperar, Bach no recupero la vista. Sufrió una dolorosa cirugía en el ojo equivocado y un cuadro infeccioso postoperatorio. Taylor, sabiendo que la técnica no funcionaría, dejó recetado el uso de laxantes y tópicos con sangre de pichón, azúcar pulverizada y sal de mar asada. Si esto no servía, se hacían pequeñas punciones perioculares que luego eran cubiertas con puré de manzanas o maíz. Y si la inflamación no remitía, se recomendaba infusiones de mercurio.

Bach quedó completamente ciego del ojo izquierdo y con una catarata en el ojo derecho. A consecuencia de la operación, falleció el 28 de julio de 1750.
George Friedrich Handel también tuvo un encuentro con John Taylor, aunque no con el mismo resultado que Bach. A partir de los 58 años, Handel comenzó a tener una disminución de la agudeza visual, que fue empeorando progresivamente hasta que se convirtió en  unas cataratas. En 1752 fue intervenido por primera vez por el Doctor Samuel Sharp, sin ningún éxito, por lo que decidió operarse una segunda vez por el Doctor Williams Bromfield con el mismo resultado.
George Friedrich Handel
Ante el avance de las cataratas, recurrió al Doctor Taylor para una tercera operación. Tuvo más suerte que Bach. No tuvo ningún tipo de infección pero vivió completamente ciego los últimos diecisiete años de su vida.
John Taylor murió en 1772 en el anonimato. Pasó los últimos años de su vida completamente ciego, seguramente debido a una operación realizada por un matasanos. 

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